viernes, 18 de marzo de 2022

LOS COLORES DEL VIVIR

Imagen tomada de http://r1.ufrrj.br/seminariopsi/kairos2019/



La velocidad a la que ocurren los cambios demanda de nosotros niveles de aprendizaje  complejos. Esto aplica tanto en el espacio personal como en el profesional y social. Los acontecimientos globales que comenzaron con la pandemia Covid develan la necesidad de atender lo verdaderamente importante y nos han puesto en jaque respecto a nuestros estilos de vida,  el ejercicio de la democracia, las ideologías capitalista y socialista y la sustentabilidad ecológica. 

En este escenario estamos siendo llamados a una revisión que requiere ir más allá de desarrollar competencias y habilidades para manejar los cambios: ¿Qué sociedad y qué mundo crearemos de ahora en adelante? ¿Qué personas seremos en ese mundo? ¿Se encarga ese mundo de pensar y actuar para el bien mayor?

Detrás del modo de conducir los asuntos colectivos sociales, políticos, económicos y ecológicos descansa una sombra de las mismas dimensiones de la idea de Progreso, defensa de los Derechos Humanos, Libertad y Democracia. En nombre de estos bienes mayores hemos desatado guerras y creado una división insoportable e insostenible ya. Éstas no son acciones nacidas de la luz de la conciencia sino desde su opuesto en un despliegue de actitudes como el racismo, el clasismo, el fanatismo, la homofobia, la avaricia, el feminicidio, la guerra y tantos otros horrores de los que están llenos los medios de prensa. Esto quiere decir que el blanco esconde todo lo negativo que asocia con una persona de otro color de piel en su propia sombra; que un rico esconde sus juicios sobre la pobreza en su sótano del alma y un hombre entierra muy profundo la imagen negativa de lo femenino que ha internalizado.

Por mucho que pretendamos unos y otros negarnos a nosotros mismos los contenidos de nuestras sombras, vale decir, todo aquello que despreciamos porque por la razón que sea nos parece negativo o diabólico, la verdad es que la sombra no es algo muerto y actúa a través de conductas como las arriba descritas. Esconderlas detrás de la escusa de la libertad de expresión es la forma más sofisticada de nuestra propia ceguera.

Además de la necesidad de abrir espacios de encuentro y conversaciones que faciliten la creación de puentes que podamos cruzar de ida y vuelta para una convivencia con características muy distintas a la que genera la violencia de nuestras sombras, necesitamos, mujeres, hombres y naciones, mirarnos con honestidad y conversar con nosotros mismos antes de enarbolar valores que resultan insustanciales tras la realidad de personas sin acceso a ningún tipo de bienestar, llevado hoy día a un extremo insoportable, doloroso y preocupante.

Sé que lo que estoy describiendo cae en el terreno de lo que no queremos leer, escuchar o ver, y desafía al optimismo forzado. Sin embargo, hay buenas noticias desde la sombra aunque para llegar a ellas, necesitemos también ver los grises y negros propios y colectivos.

La posibilidad creativa y creadora está en sombra, sobre todo en quienes más tomados por su lado oscuro están. La compasión, el amor, la empatía, la cooperación, la posibilidad del abrazo y del cuidado de la vulnerabilidad propia y ajena, también descansan en el sótano que espera que aparezcamos con una velita encendida para sacarlos de allí y ponerlos a buen uso. 

Culturalmente criados para competir, para obtener beneficios, para ganar dinero, para tener, tener, tener, todas las buenas cosas, desde la compasión hasta el cuidado por el otro, van hundiéndose en el subsuelo del alma personal y colectiva. En el mismo momento que hemos tenido un gran logro y nos sentimos muy orgullosos de nosotros mismos, aparece una semilla de todo lo opuesto: en algún momento nos sentimos un fraude o nos vamos inflando, creyéndonos superiores. No lo hacemos a propósito. La psique funciona así porque en nuestra naturaleza humana experimentamos todo tipo de emociones, nos gusten o no. La sombra es entonces un contrapeso que nos invita constantemente a la humildad y desde ella, a colocarnos al servicio de los movimientos de la propia alma para aprender y al servicio de la creación de una convivencia que aunque nunca estará desprovista de sombras, tenga los mecanismos de la auto-observación y la reflexión para reorientar las velas de nuestras naves y descubrir todos los colores de nuestra alma.