martes, 12 de julio de 2016

SEÑALES



Si sientes una insatisfacción crónica con la vida que llevas y que sigues llenando de cosas sin saber exactamente qué es lo que está faltando; o sientes un vacío en las relaciones personales que comienzas a reconocer como convencionales, superficiales y hasta utilitarias; o con demasiada frecuencia reclamas a otros por algo que “no te dan”; o todo el mundo te parece un caos del que no quieres formar parte porque no hay nada en él que valores como nutritivo para tu vida; o – en la versión más tecnológica, te quejas por lo lenta de la conexión de internet, por el whatsapp que no funciona, y porque solo tienes 3G de conexión en los teléfonos celulares, de los que tienes dos por si uno no tiene señal y andas en la calle y necesitas pedir ayuda, las señales son claras: la vida tal y como la llevas, va perdiendo su sentido. Nada es suficiente.

Es un momento de vida que habla de lo que no recibimos o no tenemos, de angustia, de apuros, de estrés, de prioridades caóticas, y de un desconocimiento de quienes somos en realidad. Es un momento que podemos experimentar como una crisis cuando todo el foco está puesto en el afuera, sin un solo rayo de luz hacia ese oscuro continente que es el adentro, que por oscuro, parece tener mala fama.

En principio es oscuro porque no le prestamos atención y lo que es peor aún, ni siquiera aparece en el campo de nuestra conciencia –no existe.  La buena noticia es que no todo lo que llevamos dentro es veneno, la mala es que si, encontraremos veneno también, que si sabemos digerir en un sentido psicológico y de alma, operará como un remedio homeopático –aquello que nos enferma es lo que nos sana, pero no en el sentido preventivo de una vacuna.

Para que tal “sanación” ocurra, hay que disponer de algunas actitudes: atención, miedo, humildad y aceptación.

Si no prestamos atención, por supuesto que no se estará mirando o escuchando a nada. El camino nunca comenzará y solo seguiremos viviendo la misma insatisfacción, seguiremos llenándonos de objetos en vez de vínculos, y para nutrirnos seguiremos buscando en el afuera lo que no tiene para permitirnos avanzar en este proceso. Demencia, gritó alguien!

Si no tenemos miedo, tampoco tendremos coraje ni el grado necesario de prudencia. Los buzos que entran a cuevas subterráneas de agua, donde la luz que alumbra el camino es un pequeño faro que llevan en sus frentes, lo hacen con mucha lentitud y cuidado, explorando el espacio no solo con la mirada sino también con el tacto, conociéndolo poco a poco. No creo que lo hagan así sospechando que allí haya algún monstruo marino. Creo que lo hacen para garantizarse un camino de salida, en lo cual no pensarían si arremetieran contra el espacio acuático con el dinamismo de un soldado de guerra que solo ve enemigos delante de sí.   

Cuando nuestro desconocido es el propio ser, el miedo es sin duda mayor al de los buzos, y le acompañan en proporción el coraje y la prudencia. Saber sobre nosotros mismos no es tarea simple. Asumir responsabilidad por el estado de las cosas en nuestro interior requiere la energía del coraje para dar los pasos hacia adentro cuando somos llamados a ello, y de la lentitud necesaria para conocer los rincones de nuestra alma lo suficiente como para poder entrar y salir. 

La humildad, si no la tenemos, nos será dada, a veces a palos, cortándonos la cabeza, dejándonos desorientados, despojados de todo conocimiento de las cosas tal y como eran. Vivir bajo una corona es vivir bajo una circunferencia muy estrecha. El alma sabe esto, y el ego necesita aprender a ensanchar esa circunferencia dialogando –para echar mano de la metáfora – con los plebeyos, quienes resultarán ser sabios cargados de enseñanzas.

Después de todo esto, casi que no queda más alternativa que la aceptación, primero un poco a regañadientes, pero en la medida que avanzamos en este recorrido, la aceptación se siente natural, junto con la variedad de emociones que puedan producirnos esos diálogos con los plebeyos. En la aceptación no hay disfraces. La tristeza es la tristeza, la rabia es la rabia, la envidia la envidia, y el amor es el amor. Se siente todo esto, y se acepta porque sí, es parte de quienes somos, y finalmente hemos escuchado sus voces y sus enseñanzas para nosotros: contener nuestra experiencia interior en lugar de negarla; observarla, comprender sus razones, y darle su lugar en nuestra alma.

En esencia, lo que aprendemos es a amar y a ser compasivos con nosotros mismos.  En esta manera de vivirnos, una conversación cara a cara es preferida al chat, la prisa pierde sentido, el mundo es nuestro espejo,  la responsabilidad descansa dentro de nuestro propio corazón, y queremos estar en silencio y a solas bastante rato.


Así que, vuelve a leer el primer párrafo de este texto, y si sientes alguna de las cosas allí mencionadas, felicidades, has sido llamado a escucharte! 

2 comentarios:

  1. Excelente reflexión querida María, los tiempos para vernos son de eterna vigencia, sin embargo las horas presentes, son un escenario de incalculable valor para ello. Gracias! Nahir

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  2. Casi sin palabras, me quedé... Gracias... Mis Vísceras sintieron las tuyas... Es la Consciencia de la Vida expresándose en tus dedos
    ... El vinculo con La Vida tan deseado, tan escurridiso por confundirla con su forma,... Bendita atención inmaculada, remedio ancestral de salvación
    ...

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